La palabra en cuestión es, sinceridad.
Investidos en un halo de verdad absoluta, solemos ver a quienes asumen
el compromiso de los destinos del mundo, y de sus habitantes, lanzando a
diestra y siniestra “la verdad de la milanesa”. El como deben ser las cosas, según
su moral, su religión, su particular manera de ver la vida
Espacio que les pertenece por asumir el sacrificio de ser sinceros. Porque,
señores, ser sincero no es fácil. No es para cualquiera. Es un verdadero
sacerdocio.
Condenados a la incompresion, los sinceros, parecen sufrir estoicamente,
esa virtud que dicen tener
Lo cierto es que, resultan mas bien molestos, ofensivos, casi siempre
fuera de lugar y con una aire de superioridad que los coloca muy cerca de la
soberbia. Dueños de la verdad, y el deber y la necesidad de decirla, aunque
nadie la pida, normalmente son incapaces de ponerla en practica en sus propias
vidas
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